viernes, 11 de enero de 2008

IMAGENES INTERIORES: El frio y la calidez


IMAGENES INTERIORES le enseñará el lado menos conocido del diseño moderno de ataúdes: en la actualidad este proceso está muy ligado a leer y escribir y tal vez aun más con el ver. Juntar imágenes cotidianas con imagenes interiores lleva a textos, fotos o instalaciones. Y de vez en cuando hasta un ataúd puede ser el resultado...



El frio y la calidez
para José Luís


Erase una vez un niño que queria ser algo especial en la vida, así como lo anhela cualquier niño de su edad.

Creció y por lo pronto toda su vida transcurrió de forma normal. Nada extraordinario pasó a él o a su familia. Sufrian las mismas penas y gozaban las mismas glorias como infinidad de familias en las mismas circunstancias en el mismo barrio, en la misma ciudad y en todo el país. Probablemente como en todo el mundo. Eso, hasta que ya habia crecido y era un joven, cuando este mundo, su mundo entró en guerra.

Era apenas un muchacho que aún se sintió acogido en el regazo de su familia cuando de repente todo cambió brutalmente. En el frente del este, miles de soldados ya habia muerto y se sabía que sí iban a perder ésta batalla iban a perder toda la guerra. Ya no habia más hombres en el país para mandar refuerzos al frente. Así tuvieron que entrenar a los jovenes. Todavía él no tenía la edad para participar en aquella barbaridad, pero esto no era cosa de opinar… A este joven le enseñaron rápido a volar uno de sus temibles aviones caza. Fabulando se podria decir que este pajaro cayó de su nido ya semidestruido y para sobrevivir tuvo que aprender prematuramente a volar.

Lo mandaron lejos de casa y en medio de tierra enemiga pronto -inexpero que era- lo derribaron del cielo. Cayó en un lugar inhóspito, tierra de hielo permanente, impensable para la vida humana.
Allí lo encontraron, dias después, malherido y agonizante, unos nómadas que pasaban con sus perros.

Le quitaron la ropa desgarrada y ensangrentada. Lavaron su cuerpo con nieve. Lo embalsamaron con grasa animal. Lo envolvieron en colchas de fieltro. Lo acostaron en uno de sus trineos y siguieron su camino, hacía el este; aqui no interesaba la nacionalidad de nadie. Ellos probablemente ni tenían. Con cada día que pasaba avanzaban mucho rumbo al este. Y cada mañana, antes de amanecer y ponerse nuevamente en marcha, le quitaron las ya grasosas colchas de fieltro, lavaron su cuerpo torturado con nieve, embalsamaron su piel ardiente con la grasa de animal, lo envolvieron de nuevo en limpias colchas de fieltro y cuidadosamente lo acostaron en el trineo sobre una piel blanca con manchas negras para seguir el camino hacia el este.
Al tercer día empezó a comer un poco de un caldo caliente con un fuerte sabor que le dieron con una cuchara en la boca como a un bebé. Unos dias después aguantó hasta un poco de pan y otros más tarde empezó a masticar la carne seca que le daban. Ahora siempre lo sentaron en el trineo y pudo comer sólo.

Obviamente no hablaban el mismo idioma, así se hicieron entender con miradas, señales y gestos. El no sabía que o cuales posibles heridas o fracturas tenía, pero no pudo moverse sólo para averiguarlo aunque casi no le dolía nada. Ní podia siquiera levantar la cabeza para ver su cuerpo u observarlo en el diario ritual: desnudarlo, lavarlo, embalsamarlo, envolverlo y acostarlo nuevamente antes de seguir el camino hacia el este. Aún sí hubiera podido hacerlo era inútil ya que al bajar su cuerpo del trineo para quitarle su envoltura de fieltros, siempre se desmayaba y despertó acostado sobre las pieles hasta después del ritual, ya que estaban avanzando en su camino hacia las primeras rayas del sol.
Él no contaba los días que viajaban así, eran días mudos, días de no hablar y de no cuestionar nada. Solamente escuchaba las voces de los nómadas ¿o acaso eran esquimales? cuando conversaban siempre muy animados en la fogata de la noche, sus gritos felices en pleno vuelo de los trineos, el shssss-shssss-shssss de sus cuchillos deslizándose sobre el hielo, el jadeo de los perros y las risas coquetas de las mujeres.
Eran días de reflexión, de movimiento sobre todo interno. Ya había dejado de preocuparse por su estado físico, aunque estaba casi seguro que había quedado parapléjico. Seguía sin poder mover ni su cuerpo ni su cabeza, pero afortunadamente no le dolía nada. No entendió bien su situación, ni a donde iban, pero inexplicablemente no tenía miedo. Sintió un valor de enfrentar su nueva vida de minusválido como nunca antes lo habia sentido. Un agradecimiento de vivir que le era desconocido. Una aceptación de recibir este regalo que le salían lagrimas frente a esta felicidad. Era como sí se hubiera contagiado de la alegría y vitalidad de estos nómadas-esquimales, que le habian salvado la vida. Nunca antes se habia sentido tan acogido y en un estado mental tan ligero y despreocupado. Y aunque no sabía a donde lo llevaban, nunca antes habia tenido la mente tan despejada como en aquellos largos dias de viaje, deslizandose acostado suavemente hacía el este…

La claridad de su mente era sobrecogedora. De repente entendió la violencia, el cáracter mismo de toda violencia y destrucción en el mundo, la que habia visto y vivido, en la que habia participado personalmente durante esta guerra, pero también la de todos los tiempos. La de su vida y la de sus semejantes. Así entendió ésta que causó la violencia de hoy y también la que causaría la de mañana… Sabía de repente, que sí su cuerpo se lo permitiera, el iba a ser un artista. Un artista plástico, bildender Künstler, abogando por la vida. Un artista de la vida, abogando por la dignidad de sus semejantes, por toda la humanidad. Un artista de la diginidad de todos los seres, abogando por su plenitud, sabiendo que iba a lograr todas sus metas… Y sabiendo que sí él lo pudiera lograr, todos los demás seres humanos también podrian lograrlo. Que cada ser humano podría alcanzar esta plenitud:
“¡Todo hombre es un artista!”

Pocos días después viajaron sin descanso durante toda la noche, hasta llegar antes del amanecer a la orilla del mar. Lo acostaron en la húmeda arena de la playa y asomándose los primeros rayos del sol en el horizonte le quitaron por última vez su ajustada envoltura de fieltro. Con limpias tiras de fieltro le quitaron minuciosamente toda la grasa en su piel hasta dejar su cuerpo inmaculado. Ésta vez, el ritual de limpieza tardó varias horas. A un lado los esquimales ya habian encendido una fogata para que todos pudieran estar cerca del ritual y para que su cuerpo no sufriera el frio de la mañana, y también para calentar bebidas y comida.
El sol ya habia avanzado medio camino cuando dieron por terminado el ritual y le hicieron entender que ahora se levantára sólo y que se sentára junto a ellos en el circulo que habian formado alrededor de la fogata…
Y ya, que ni joven era ni soldado tampoco, se irguió. Se levantó sólo, mostrando a todos su desnudez, alzó los brazos hacia el cielo dejando salir un grito ancestral y atroz de las profundidades de sus entrañas y entre risas alegres y fuertes aplausos se sentó en una de las pieles que los esquimales habian puesto alrededor de la fogata. Casualmente era la misma piel en la que el estaba acostado durante todos estos dias de viaje en trineo. La reconoció inmediatamente ya que era la única piel blanca con manchas negras…
Luego, con un apetito descomunal, él empezó -y con él todos empezaron- a desayunar. Contentos y desenfrenados festejaban los nativos de estas tierras al hombre desnudo y recien nacido artista en su centro y regazo.