miércoles, 22 de junio de 2016

El Museo de la Memoria Indómita


                          
edición marzo 2016
 
 Rossi Blengio

Un recinto para no dejar el arbitrio en el olvido…

Cada mañana se colocan las 43 sillas negras con las fotografías y los nombres de los normalistas de Ayotzinapa desaparecidos en la entrada del Museo de la Memoria Indómita. Fue bautizado así por doña Rosario Ibarra de Piedra, quien consiguió en 2006, junto con el Comité de las Doñas, la vieja casona en Regina 66, en el Centro de la ciudad de México y que, por razones de austeridad, abrió sus puertas hasta el 14 de junio de 2012.

Se trata de un museo interactivo, el símbolo de gratitud de la ciudad de México a los luchadores sociales desaparecidos en el país: alberga más de 30 años de historia política que, al decir de su director Jorge Gálvez, tiene la gran ventaja sobre cualquier otro recinto: “Por decirlo de alguna manera, somos un activo del museo al ser protagonistas de la represión al haber sido víctimas de ella. De ahí que nuestro discurso provenga de lo más profundo. Aquí tenemos archivada la historia de quien ha padecido o continúa en la lucha social. Eso es algo que hay que destacar”.

Jorge Gálvez lleva 40 años dentro del Comité Eureka:

―He tenido periodos en que me he ausentado para ejercer mi profesión: ingeniero en sistemas computacionales con especialidad en administración de obra civil; pero no por ello abandonaba el activismo social. Como miembro de la familia [es yerno de doña Rosario Ibarra de Piedra] siempre insistí en el cuidado del archivo, el cual había que sistematizar y trabajarlo, así que poco a poco el museo se fue creando. Cuando se acercaba la fecha de la apertura, las Doñas me dijeron si aceptaba hacerme cargo del recinto. Y aquí estoy.

―¿A qué criterios se ciñe para establecer las políticas que rigen este recinto?

―Este es un museo que no se consume, pues lo que se lleva el visitante es una idea, y ésta se reproduce, porque es un recinto ideológico, político, que toca la conciencia. Pero aclaro que aquí manda el Comité de las Doñas, y si ellas dicen que hoy debe cerrarse para ir a la marcha por los desaparecidos de Ayotzinapa, sencillamente el recinto cierra sus puertas.

―¿Cómo captan a su  público, entonces?

―Apenas vamos a empezar con programas de difusión, ya que después de dos años de lucha logramos que nos entregaran dinero fiscal. En cuanto al público, éste es disímbolo: lo mismo vienen universitarios que personas de la clase obrera, lo mismo extranjeros (curiosamente no estadounidenses sino europeos, muchos argentinos pues tenemos una empatía tremenda con ellos, que hasta le llaman el Genotur a las visitas a los lugares donde se han cometido genocidios) que de otras nacionalidades sudamericanas que han vivido dictaduras y crímenes que no deben ser borrados de la faz de la Tierra.

Esta casona tiene la finalidad “de preservar la memoria de una lucha que se dio en las décadas de los setenta y ochenta del siglo XX, que al gobierno le interesa que esté oculta. El esfuerzo ha sido de las Doñas del Comité. En un principio este espacio empezó llamándose Pro Defensa de Presos, Perseguidos, Desaparecidos y Exiliados Políticos de México, pero el nombre corto es Eureka, que significa “¡Lo encontré!”, y es que hemos hallado a 148 desaparecidos que estaban en las cárceles clandestinas del ejército y de la Marina. Rosario Ibarra y las Doñas empezaron esta lucha en 1975 (este año cumplimos 40). Ellas estaban en la plenitud de la vida. Ahora ya no están en edad de marchar o muchas de ellas se han ido naturalmente muriendo, por lo que había que idear otros conductos de lucha social: el museo es uno de ellos. El Comité está formado por padres de desaparecidos de toda la República. Por supuesto antes no era posible una cohesión de grupos, como ahora la tienen los padres de los 43 normalistas desaparecidos”.
 

                                                          Jorge Gálvez. Foto: Pascual Borzelli Iglesias.

No hay comentarios: